jueves, 3 de diciembre de 2009

La historia de Lina...

Durante días, cuando me cruzaba con ella en la escalera, bajaba los ojos. Como si sintiera vergüenza de mi. Silenciosa, caminaba detrás siempre de su señora. Parecia filipina. La veía cargada con bolsas, tirando de alguno de los niños escaleras arriba, segun el día.
Me parecía una muchacha triste. Nunca una sonrisa, ni una palabra. A veces sentía que lloraba.

Pregunté al portero de la finca, pero no supo o no quiso darme explicaciones. Hasta que un día me la encontré sola. Me presenté y le ofrecí mi mano. Se aferró a ella como un náufrago a su tabla. En perfecto español me dijo que yo parecía buena mujer, cariñosa, pero que no podía hablar mucho conmigo. Se llamaba Lina y trabajaba en la casa. Su señora le prohibía hacer amistades en el entorno. Me quedé tan sorprendida que no supe qué responder. Volvió a bajar la cabeza y siguió su camino.


Hable con mi marido de la situación. Estaba preocupada por esa chica. Me respondió que era algo normal. ¿Normal? Y comencé a investigar. Siempre había visto chicas que acompañaban a señoras, se encargaban de los niños, de las compras... Calladas, discretas. Pero no sabía hasta qué punto esa relación era cruel para ellas.

Fui observando con más detalle, en el barrio, en los centros comerciales. Y no me gustó lo que vi. Pequeños detalles de dominio, de menosprecio. Empecé a preocuparme realmente por Lina.
Y llego un día que vi por la ventana cómo la familia se marchaba una mañana. No estaba Lina. Salí al rellano y subí a su casa. La llamé, y aunque tardo en abrir, me recibió, asustada.

Le pregunté si podía bajar a casa a tomar un té. Aunque al principio dudó, accedió gustosa. Su familia había salido el día entero. Y así supe que tenia 19 años, que era de Filipinas. Trabajaba casi 18 horas, por 100 dolares que le pagaban tarde y mal. Lo hace por ayudar a su familia.

Había llegado a Jordania hacía casi un año. Y aunque los domingos los tenía libres, apenas conocía a nadie. Se relacionaba con otras chicas en su misma situación. Era cristiana, pero la obligaban a cubrirse. Las otras chicas a las que veía le hablaban de golpes, insultos y amenazas. Pero ella no, golpes no, pero comía separada, dormía en el suelo, en el cuarto de los niños. Cuando su señora se enfadaba, ella se escondia. Se hacía pequeña, por si le daba por pegarle, aunque no hubiera hecho nada. Le dejaban hacer una llamada semanal a su casa, de 5 minutos...

A esas alturas de la relación las dos llorábamos. Le dije que podía contar conmigo, que podía venir a mi casa cuando quisiera.


No viene todos los días, sólo cuando puede. La abrazo, la doy besos y le digo lo guapa que es. Tiene una gran necesidad de afecto y a veces solo entra un minuto para su dosis de cariño, como ella lo llama.
Hemos pasado muchos domingos solas. Hemos ido juntas a misa, le he cepillado su larguísimo pelo. Poco más puedo hacer por ella, las leyes del país amparan a los patronos. Pero mi cariño nunca le falta. Y ella me da tanto, que a veces hasta eso me parece poco para ofrecerle.


En Jordania hay más de 40.000 personas trabajando en el servicio doméstico. Sufren continuos abusos por parte de sus familias de acogida. Las obligan a convertirse al Islam, las retienen el pasaporte, las encierran para que no tengan contacto con nadie. Proceden de Indonesia, Sri Lanka y Filipinas.
El año pasado, 200 de estas chicas se escaparon, se refugiaron en las embajadas. Viven en los garajes y en los sótanos desde entonces. Ante la imposibilidad de volver a sus países, viven en un limbo administrativo. No pueden volver a trabajar. Algunas llevan así más de dos años...


Vivimos tan centrados en nosotros, que nos olvidamos del dolor ajeno. Apenas conocemos al vecino. No nos preocupamos de lo que ocurre a nuestro alrededor. En este mundo donde pasa todo tan deprisa, he aprendido de Lina el valor de un abrazo, la terapia de un beso, el regalo de una sonrisa...



Te quiero preciosa. Mahal kita...

"Tong, tong, tong,
pakitong-kitong..." recuerdo tu canción...





Foto: Jordan Time ( Embajada de Filipinas)

7 comentarios:

Santa dijo...

Tremendo relato que parece sacado de una novela negra... muy negra.

Qué se puede decir de semejante tropelia, de la gente de bien vivir...

Denunciemos esta esclavitud consentida... del fastuoso siglo XXI.

Besos tristes

Anónimo dijo...

No podía dejar de compartir esto contigo, no se si conoces a Marwan un cantautor nacido en Madrid y de padre Palestino, hace tiempo que le sigo y escribe en el diario de Almería, hoy nos regaló estas palabras, y yo las comparto contigo.

Un abrazo hermana.

http://www.elalmeria.es/article/opinion/577501/caperucita/palestina.html

Isabel dijo...

A eso se le llama esclavitud y por desgracia no ha desaparecido de nuestro planeta, en Jordania y en cualquier lugar donde hayan explotadores habrá esclavos Triste historia la de hoy . Dale un beso de mi parte
Y para ti un abrazo y otro beso

Arantzazu dijo...

parece mentira que en la época en que estamos, en pleno siglo XXI todavía haya situaciones como está. Dale un beso y un abrazo de mi parte y sigue así hermanita, dando ayuda y consuelo a quien lo necesita. tq. Un abrazo.

Pilar dijo...

Si desaparecieran l@s explotador@es de Linas del mundo y proliferaran más las Magic, este mundo sería diferente.
Y seguro que esa gente vil luego va a rezar a las mezquitas o a las iglesias o a las pagodas...

No cambies nunca. Gente como tu hace que este mundo no sea tan feo. Mil besos.

aramwa dijo...

A menudo la realidad es triste, por desgracia se hace cruel cuando en la intimidad de un hogar hay alguien que padece en secreto, en este caso, la esclavitud.

Un beso nena, que pases un buen día

Anónimo dijo...

Triste mundo éste, amiga. No sé ni lo que decir. Gracias por felicitarme en mi aniversario. Gracias por leerme. Me hizo mucha ilusión verte por mi desván para la fiesta. Je, je, je. Gracias también por intercambiar palabras conmigo. Es algo bonito. Espero que estés genial y que ya estés con los preparativos de la Navidad. Toca pasarlo bien, ¿no? Un abrazo y que esta amistad no se detenga nunca. Te deseo lo mejor. Hasta pronto.

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