miércoles, 16 de diciembre de 2009

La herida Palestina, el inicio...


Mi querida Auxi me propuso un reto. No era fácil. Comencé a visitar páginas de internet, a recopilar información. Cantidad de datos, fechas, acontecimiento... Y se me ocurrió que nadie mejor que quien vivió en primera persona el exilio para que me orientara sobre el tema. La madre de mi marido y su familia, formaron parte de los miles de palestino que encontraron en Jordania su nuevo hogar. Acudí a ella, me contó su historia entre lágrimas.
Tenia ya una idea de lo que había sido el proceso de ocupación y sus consecuencias; faltaban los protagonistas. Durante días le fui dando vueltas a la historia, pero no terminaban de encajar las piezas. Hasta que una noche en un sueño, los vi claramente, sus nombres, sus rostros. Estaban ahí, contándome lo que ahora os dejo. Lo contaré despacio. Espero que os guste, que los sintáis como los he sentido yo. Esta es la historia de Abbas y León, pero también la de mi familia y la de millones de familias...


A lo largo de su vida, Abbas Wahhab, hijo de Jabrîl Abu Wahhab, conocía mejor que nadie el odio hacia sus vecinos. Las desgracias de la guerra sin sentido se habían apoderado de su familia. Había perdido a su hermano mayor, algunos de sus primos y a su querido tío.
Su familia había vivido en esta tierra desde siempre. Su abuelo había cultivado olivos. Eran pobres, pero tenían una buena vida. Esta tierra,la ahora ocupada Palestina, había pertenecido a familias como la suya desde hacia siglos. En este pequeño territorio, desértico, donde el agua es el bien más preciado, que ha sido cuna de las tres religiones : Tierra Santa para los cristianos, tierra bíblica para los judíos y ubicación de lugares santos para los musulmanes.

Su abuelo, siendo joven, había vivido la llegada de las comunidades judías , bajo el Mandato Británico. Entre los años 1920 y 1948, aunque sus vecinos de territorio alcanzaban su independencia, Palestina seguía bajo el control colonial a merced de unos cuantos hombres cómodamente sentados en sus despachos...

León Wais, hijo de Calev Wais, caminaba con paso rápido hacia la sinagoga. Había terminado su jornada laboral hacia unas horas. La producción de aceite era excelente este año. Su padre patriarca de una familia acomodada se sentiría orgulloso de él. Desde su lejanos días en Europa los Wais habían sido buenos negociantes. León había nacido en esta tierra, donde su abuelo había llegado en los años cuarenta. Seguidor ferviente de Theodor Herzl, compartía el sueño sionista de lograr un Estado judío en Palestina. La tierra donde se fundo el judaísmo debía ser la patria de los judíos dispersos por el mundo. Comenzaron las disputas por el territorio, y aunque León conocía la historia y no llegaba a creer que la disputa fuera en igualdad de condiciones, había aprendido a guardar su opiniones.

Poderosos judios, hombres como su abuelo,se habían instalado en una tierra que no les pertenecía, fruto de un movimiento exógeno, europeo, con inspiraciones colonialistas,ajenos totalmente a la realidad del lugar y que, además, contaba con el apoyo firme del colonialismo británico.

Mientras, el abuelo Wahhab, luchaba por mantener sus olivares lejos de las manos judías.
Desde su modesta opinión las cosas se estaban complicando. Los árabes palestinos como él, solo querían la independencia de su patria. Y los sionistas habían venido a instalarse en sus tierras siguiendo los planes de control del territorio. Cada día eran más. Creaban sus propias instituciones, ampliaban sus propiedades. Y lo más doloroso era su actitud hacia los árabes, excluyéndolos de todo, discriminandolos, a ellos, que estaban en su casa.

Se apoderaban de viviendas, desalojaban a sus legítimos propietarios, se apropiaban de las tierras de cultivo. Sí, la situación se complicaba cada vez más. Y llego lo que más temían...

Abbas, había oído muchas veces la historia. Llegaron los primeros enfrentamientos. Ante la retirada de los Británicos, las Naciones Unidas, propusieron en el año 1947 la partición del territorio y la creación de dos Estados, uno árabe palestino y otro judío. Y que no llego a buen fin, pues los árabes no estaban de acuerdo con tal atropello que daba la razón a quien había llegado a apoderarse de lo que no les pertenecía,a quienes habían destruido miles de hogares, aldeas enteras. Comenzó la guerra, la lucha que llevaría a su pueblo a dejar atrás su vida, su historia, para comenzar su viaje sin retorno...


(continuará)


5 comentarios:

PILAR dijo...

¡Qué bueno, Magic! Estoy deseando conocer el final de la historia. Espero que ganan los buenos. Inshalláh.

Un beso.

Anónimo dijo...

Querida hermana, gracias por tomar en serio mi propuesta y por hacerla forma de palabras. Se que habrá sido duro documentarse para escribirla, pero si con ello consigues hacer llegar un pedazo de la historia a las personas que te leen, habrá valido la pena.

Y nadie mejor que tu, para contarnos en forma de relato lo que tan de cerca vives.

Un abrazo muy muy muy grande, y gracias una vez más por escribir este relato.

Sigo siempre leyendo, de tu lado. Besos

Arantzazu dijo...

Una vez mas nos trae desde tu tierra un relato que nos abre los ojos. Estoy deseando ver cómo continúa la historia. Un abrazo.

Santa dijo...

Muy bonita la historia; ahora viene la parte más triste...
La guerra; siempre la maldita guerra que hace sufrir siempre a los mismos... Los más débiles

Un beso de esperanza

Anónimo dijo...

Acepto el reto de leerte en esta historia, porque al fin y al cabo, su trama es la trama del mundo. Una pena que no exista otra forma de poner fin a los conflictos según parece. Las guerras, ya se ve que no llevan a ninguna parte. Me voy corriendo a la segunda parte y gracias por el chivatazo. En cuanto tuve tiempo, aquí me tienes, a tu lado. Un abrazo.

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